Amame
como esa tarde,
como aquella
mañana
de primavera,
ámame, veinte veces
amame,
como esas tardes
de verano,
que quedábamos
exhaustos.
Amame
veinte veces
ámame,
como en esas
tantas estaciones
irrefrenables,
y luego,
sentémonos a cocer
al viento,
nuestras almas
inquebrantables.
De mi poemario Dulces Revelaciones.
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