sábado, 22 de enero de 2011

CAJABAMBA


Con el encanto

de sus formas

y esa extraña

epifanía,

con sus ojos tiernos,

y su boca

de capulí,

me acogía Cajabamba,

echando sus

raíces

en mi alma quinceañera,

de pupilas

embrujadas,

sensitivas

y enamoradas.


Un rimbombante

sol

apasionado,

le brillaba

majestuoso

en su atardecer

serrano,

bañándose un arco iris

en actitud

sagrada,

bajo una tarde

granizada,

de la singular

belleza

de Cajabamba.

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